Pardo es un pequeño pueblo de 200 habitantes en el Partido de Las Flores, en la provincia de Buenos Aires, con muchas historias que lo hacen único: allí la familia Bioy Casares tuvo su estancia «Rincón Viejo», Adolfo llevaba a su entonces novia Silvina Ocampo para pasar los veranos. La tranquilidad y la paz hacían a este lugar ideal para escribir. Un invitado más se sumaba a estas escapadas camperas: Jorge Luis Borges. Todavía quedan vecinos que recuerdan a estos tres ilustres escritores cuando se paseaban por las veredas del pueblo.
«Pardo es uno de los pueblos más bellos del mundo», escribió Adolfo Bioy Casares, «Adolfito» para todos en Pardo, el pueblo donde la influencia de esta familia y su hijo dilecto aún perduran en historias, edificios y conversaciones. Se trata de un típico pueblo de la campaña bonaerense: la vía del tren divide a la localidad, que hoy cuenta con cuatro almacenes, un hotel , una pizzería, un complejo de permacultura, una capilla abandonada convertida en espacio cultural y muchas familias que se han animado a un cambio de vida para acercarse a la naturaleza. Dicen que Pardo tiene el cielo más diáfano de la provincia. Algo habrá, porque Bioy Casares lo eligió para leer y crear sus mejores obras.
Ni bien se entra a Pardo, se siente un aire especial. La mañana es el momento de la fresca, aprovechada por los vecinos para hacer las compras. El rocío hace brillar el pasto. Abel Adad tiene 90 años, pero parece tener por lo menos veinte menos. «Conocí a Adolfito toda la vida, le alquilaba un campo y un rancho donde tenía una carnicería, a un precio muy módico, él siempre fue muy considerado. Cada vez que necesitábamos algo en el pueblo, la Sociedad de Fomento me mandaba a hablar con él y enseguida sacaba la chequera, adoraba al pueblo» recuerda Abel con alegría.
«Hoy Pardo es un pueblo que se ha recuperado gracias al turismo comunitario, y la revalorización de su identidad. «La gente que viene quiere escaparse de la Ciudad, busca tranquilidad, conexión con la naturaleza, acá los niños se asombran cuando ven que desde todas las ventanas se ve el horizonte», cuenta Juan Manuel Damperat, quien está a cargo del Complejo de Permacultura Yamay, un espacio con construcciones hechas de adobe que forma parte de Pardo Auténtico, un producto turístico que incluye el Hotel Bioy y un bodegón que sirve comida criolla. «Proponemos caminar por el campo, ver las estrellas, oír la naturaleza», dice Damperat. Pardo ya no tiene la compañía de los famosos escritores, pero conserva la magia por la cual ellos lo eligieron.»
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